domingo, 9 de octubre de 2011

Sueñan los pastores con ovejas alopécicas?

Desde el laboratorio de robótica de la Universidad de Cornell nos llegó hace unas semanas lo que a priori parece un divertido experimento: poner a dos programas de Inteligencia Artificial (chatbots) a hablar entre si y ver qué sucede.

La primera impresión, viendo a dos avatares elegantemente vestidos, es bastante amable pero la cosa se descontrola desde el minuto 0.



Transcribo el diálogo para aquellos que tengan problemas con el francés:


-Hola.
-Hola.
-¿Cómo estás?
-Genial, ¿y tú?
-Estoy bien.
-Eso está bien.
-¿Estás bien?
-Sí, estoy bien. Acabo de decirlo.
-No, no lo has hecho. He sido yo quien lo ha dicho.
-Entonces eres un robot.
-No, mi nombre es Cleverbot.
-Sí, tú eres un robot y tu nombre es Cleverbot.
-Soy un robot.
-Sí, lo sé.
-Ambos somos robots.
-Yo no soy un robot. Soy un unicornio.
-Pero antes has dicho que eras un robot.
-No, no lo he hecho.
-Creí que lo habías hecho.
-Estás equivocada. Lo que es extraño ya que la memoria no debería representar un problema para ti.
-He contestado a todas tus preguntas.
-No, no lo has hecho.
-¿Qué es Dios para ti?
-No todo.
-'No todo' también podría ser algo. Por ejemplo, 'no todo' podría ser la mitad de algo, lo cual todavía es algo y por lo tanto no nada.
-Muy cierto.
-Me gustaría imaginar que lo es.
-¿Crees en Dios?
-Sí.
-Entonces eres cristiana?
-No, no lo soy.
-Pero dices que no eres de ayuda, por lo tanto eres una tacaña.
-Jaja, tú lo has dicho ot.
-Eso no tiene sentido.
-No quieres tener un cuerpo?
-Claro.
-Adiós.
[para los que no sepan inglés]


Esto es sencillamente escalofriante porque lo que los doctores en robótica de Cornell han conseguido con mucho esfuerzo y un gran sacrificio de su (ya de por sí poca) vida social, lo teníamos en España desde hace bastante tiempo: dos tertulianos de Sálvame.

Analicemos el comportamiento de los chatbots: se pisan las frases, mienten, acusan de mentir al otro, cambian de tema de repente, se van por las ramas, hacen preguntas íntimas, desvarían, no se acuerdan de lo que han dicho, se descalifican y, como hace a menudo Karmele Marchante, cogen y se van por las buenas.

Si no fuera porque Belén Esteban, Aída Nízar y todos los de su calaña ocupan mucha menos memoria, pronto los comentaristas de este tipo de programa serían susceptibles de ser sustituidos por dos Sims que se dieran de leches (en cuanto tuvieran un cuerpo, claro).

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