miércoles, 31 de agosto de 2011

Un concursante de "Ahora Caigo" sigue desaparecido después de caer por la trampilla

Ernesto Tordo, técnico comercial de una inmobiliaria de Viladecans lleva dos días desaparecido después de caer por la trampilla del concurso "Ahora Caigo" emitido en Antena 3. La productora Gestmusic no ha querido realizar ningún tipo de declaración a los medios de comunicación pero fuentes próximas al presentador Arturo Valls, comentan que éste se encuentra muy abatido pues es la primera vez que sucede una cosa de este tipo en la historia de la televisión.
La investigación del suceso se está llevando a cabo por un cabo y un sargento de la policía municipal de Sant Just Desvern, localidad en la que se ubica el plató del concurso. "Por ahora nos apañamos solos, este tío no puede haber ido a parar muy lejos", ha declarado el sargento Cifuentes el cual también asume la función de portavoz de la policía local.

Una persona del público que prefiere mantenerse en el anonimato ha explicado que "a ese hombre lo veía yo muy agobiado y no daba pie con bola. Gastó los comodines muy pronto en preguntas tontísimas, y se fue para abajo a la primera de cambio como era de esperar. La verdad es que en ese momento fue un gran alivio para todos que se lo quitaran de encima".

El cuñado del desaparecido ha roto el silencio impuesto por su familia y ha manifestado que "Ernesto me debía una cantidad respetable de dinero por un asunto que no le salió bien y pensaba devolvérmelo con lo que sacara en el concurso. Pero ya ve usted, no supo cómo continuaba la letra de 'Para hacer bien el amor hay que venirse al sur' y ya lo creo que se fue para el sur. A las antípodas por la vía directa. La tierra se ha tragado a ese mamón y yo no voy a recuperar lo que me debe".

Aunque todo apunta a que la desaparición pudo producirse de forma voluntaria, las autoridades todavía no descartan que se presenten cargos contra otras personas. "Lo primero es mirar y remirar bien por todos los rincones, no vaya a ser que esté debajo de un foco o detrás de una cámara", apunta el sargento Cifuentes. "Hemos llamado al personal de la limpieza y en cuanto nos hagamos con un intérprete les empezaremos a interrogar. Este tío no puede estar muy lejos, que se lo digo yo."

Entretanto, el programa a tenido que ser suspendido debido a que los concursantes que se tenían que haber presentado, no lo han hecho. "Les hemos llamado a casa y están allí, así que por ese lado podemos estar tranquilos que no hay misterio ninguno", ha concluido el sargento.

martes, 30 de agosto de 2011

Lejanías RENFE

Desde luego en RENFE piensan en todo.

En todo excepto en lo que tienen que pensar, que es en hacer que los trenes vayan de un sitio a otro, que el precio se adecue al servicio, que las estaciones estén bien comunicadas, que las conexiones sean coherentes...

Sin ir más lejos, éste domingo fui víctima del plan maléfico de los simios que planifican la red ferroviaria. Sí he dicho simios porque me niego a creer que un cerebro humano esté detrás de todo esto.
La cosa va como sigue. Hace unos años, el viajero que utilizaba el regional o el cercanías de la línea Madrid-Valencia, llegaba tan ricamente a la Estación del Nord, en pleno centro de la ciudad.

Ahora ya no. Por algún oscuro (o simiesco) motivo, los viajeros deben desembarcar en la estación de Sant Isidre, a unos tres 
kilómetros y medio de la anterior. Además, en ese afán constructivista que últimamente ha enloquecido a los políticos del país, los trenes de alta velocidad (Euromed y Arco) parten de la nueva y flamante estación Joaquín Sorolla, a medio camino entre Sant Isidre y Nord.

Bien. Podríamos pensar que ya tenemos todos los elementos de la ecuación pero no. En un bello gesto por facilitar el enlace a los pasajeros de la línea del regional/cercanías Madrid-Valencia, los revisores de esta línea proporcionan al pasajero un billete de metro con el cual desplazarse de modo gratuito hasta el centro de la ciudad. Se me informa que debo bajarme en la estación Bailén. Vale.

Cuando accedo al andén de la estación de metro de Sant Isidre veo en el mapa que antes de Bailén hay otra estación llamada Joaquín Sorolla y para mayor detalle le colocan el símbolo de estación de AVE.

Yo, que soy muy dado a discurrir, creo que es mejor detener mi trayecto en la estación de Sorolla. Así lo hago y cuando trato de salir a la calle, me percato de que las máquinas canceladoras no admiten el billete que me ha dado el revisor.

Doy un par de vueltas sobre mi eje vertical para expresar mi desconcierto y llamo la atención del jefe de estación. Este se acerca hasta mi posición, al otro lado de la máquina canceladora y me explica que los billetes que facilita RENFE no son válidos para salir por esta estación, que hay que salir en Bailén.

Le pregunto qué estación de metro queda más cerca de la estación de AVE, si Bailén o en la que estamos. Hace como que se lo piensa y responde que en la que estamos. Le digo que no tiene mucha lógica. Él se encoge de hombros y se remite a la explicación dada anteriormente. Le pido si es tan amable de franquearme el paso pero esto sólo reafirma su posición de autoridad y hace que por un instante se olvide de que la barriga le impide ver sur propios genitales.

Sabiendo que la situación sólo puede resolverse echando abajo el panel de plexiglás a golpes de maleta o dar media vuelta, elijo la opción más civilizada y en la que no intervienen dos guardias de seguridad para reducirme.

Bajo de nuevo al andén, espero los casi 20 minutos de la línea verde que lleva hasta Bailén (una frecuencia de paso vertiginosa, lo sé) y desemboco en uno de los lugares más desolados de la capital del Turia: el lugar en que los toxicómanos deben reunirse para ponerse eufóricos, junto a las vías.

Arrastro la maleta unos 400 metros por una calle desierta bajo un sol de justicia y maldiciendo las muelas de no sé exactamente quién, llego a la estación del AVE, saco mi billete a Barcelona y dejo atrás la Ciudad de las Artes Abstractas y las Ciencias Inexactas.


Claro que esto no ha quedado aquí. He escrito tanto al Metro de Valencia como a Atención al Viajero de RENFE, para ver si:

   a) se echan la culpa mutuamente;
   b) no contestan;
   c) responden con una carta tipo: "estimado cliente, agradecemos mucho su escrito, blablabla...", que luego acaba en nada.

Además, esto me ha dado el empujón definitivo para estudiar a fondo las increíbles ubicaciones de muchas de las estaciones de tren de alta velocidad en relación al centro de las ciudades a las que supuestamente te transportan. En breve, más.

jueves, 4 de agosto de 2011

Me gustas, maestro, por lo bien que te explicas

Hace unas semanas que paso por delante de este colegio y cada vez que leo su pancarta me dan ganas de entrar y preguntar quién es el besugo o colectivo de besugos responsable de este disparate.

Traduciendo el eslogan, la pancarta dice, textualmente: "Estamos de NO luto!! Recortes".

Llamadme tiquismiquis, pero esto no está muy bien redactado y no dice nada de la calidad docente que habita en este centro educativo. Uno debe hacer un esfuerzo para entender que es una queja en contra de los recortes pero literalmente casi que se alegran por lo contrario. Es decir, si uno está de NO luto, está de celebración. ¿Celebración por qué? Pues por los recortes. Luego el profesorado de este cole apoya la política de contención de gastos que propugna la Generalitat. Pero lo hacen de una manera encubierta, que no se note, para que sus compañeros de colectivo no les critiquen. Un plan muy astuto; para que luego digan que el orden de los factores no altera el producto.

O quizá la cosa es lo que parece a simple vista: que cuando tuvieron la pancarta terminada se dieron cuenta de la cagada, les entró la pereza y no la repitieron. Y es que pintar el fondo de negro cansa un rato largo.

Sea como fuere, espero que sus alumnos hagan lo que se espera de ellos y no aprendan nada de lo que les enseñen sus profesores.

miércoles, 3 de agosto de 2011

S018 (parte 3)

[viene del capítulo anterior]

Me fui para casa con un cabreo de tres pares de narices, pues mi instinto arácnido me avisaba de que en mi siguiente gestión tampoco iba a alzarme victorioso: tenía que llamar a los de Recursos Humanos de la Empresa; huesos duros de roer donde los haya.

Llego al piso, llamo por teléfono y pregunto por el Departamento de Personal. Se pone al teléfono una de las dos chicas que se quedarán una temporada más para cerrar temas. Le explico lo que me ha pasado y qué es lo que supuestamente necesito para conseguir mi subsidio.

-Pero eso que me dices es un poco extraño. No sé por qué te piden eso.

Yo pienso: "Chatina, 'extraño' es mi segundo apellido, y el por qué de las cosas habría que preguntárselo a la abuela poseída de la Oficina de Empleo". Pero le digo:

-Ya, ya, pero ¿me lo podéis solucionar?

-Lo del certificado de empresa, pues si no queda más remedio te lo volveremos a preparar, pero el listado de los trabajadores afectados, eso es imposible, se trata de información confidencial.

Y con este ridículo avance en mis negociaciones me fui de "vacaciones" de Semana Santa al pueblo. Tras unos días de asueto en la bucólica altiplanicie de Utiel regresé al Cubil del Mal con mi certificado de empresa versión 2.0, sin la lista de trabajadores afectados por el ERE, una grapadora de bolsillo en el ídem y un variado repertorio de documentos y expedientes. Saco turno por tercera vez en la máquina de la fortuna y cruzo los dedos de los pies para que la vida me sonría, no que se descojone como es habitual.

Sale mi número en el monitor. ¿Es la misma mesa de la última vez? No lo recuerdo. Conforme avanzo por un pasillo flanqueado de Suplicantes como yo, veo con moderada alegría que ni la mesa ni su ocupante son las mismas de la anterior ocasión. En momentos como este ya sólo se puede remontar. Tomo asiento, le digo a la mujer nº2 a lo que vengo y empiezo a desplegar mi arsenal de papeles.

"No, no, no", dice la mujer nº2. "Solamente necesito el DNI".

Y ya está. Con eso accedió al certificado de empresa, verificó el expediente de regulación y me dio de alta como prestatario en el sistema. Me indicó mi nombre de usuario, mi contraseña, me explicó como funcionaba todo, y le faltó darme un Sugus para que me marchara con mejor sabor de boca, si es que eso era posible.

Debo destacar que mientras la moza hacía esas gestiones, en su pantalla estaba abierto el navegador de Internet con la página del Marca, una búsqueda en Google acerca de Santiago Segura y un par de chorradas más. Lo cual me hace pensar que da igual qué hagas en tu puesto de trabajo si en última instancia das un servicio eficiente a tus usuarios.

Al final la grapadora no me hizo falta, aunque para enfrentarse a la abuela maligna el único remedio eficaz hubiera sido una buena estaca bien afilada.

martes, 2 de agosto de 2011

S018 (parte 2)

[viene del capítulo anterior]


 Al día siguiente no, al otro, me presenté de nuevo en la Oficina. Volví a sacar número en la máquina dispensadora y aguardé mi turno en la sala de espera. Llegado el momento me encaminé hacia la mesa que se indicaba en la pantalla y presenté el formulario debidamente cumplimentado.

"Muy bien, ahora procederemos a darte de alta como demandante de empleo. Para solicitar la prestación deberás ir al INEM", dice la funcionaria.

Levanto una ceja. Miro a mi alrededor y compruebo que realmente me he metido en la Oficina del paro y no en un Mercadona.

"Disculpa, ¿has dicho que vaya al INEM? Pero esto no es la Oficina de Trabajo?", le pregunto esperando que se desencadene un desastre.

"Sí, nosotros (y me señala un grupo de mesas, describiendo un arco con el brazo) somos el SOC [Servei d'Ocupació de Catalunya], y aquellos de allá (indicándome con el dedo un rincón de la sala en el que el color es absorbido y los objetos y las personas se perciben en escala de gris) son los del INEM".

El reparto territorial me parece de lo más curioso; una clara muestra de la duplicidad de tareas, elevando al máximo exponente la ineficiencia organizativa.

"Tu número volverá a salir en la pantalla" me dice. Le hubiera gritado a la cara que ya me la dieron con queso una vez, pero en vez de eso le digo: "¿seguro que vuelve a salir? ¿no hay que coger otro número? ¿los monitores de esta parte de la oficina enseñan los mismos números que los de la sala de espera?". Ante tales muestras de seguridad y aplomo, mi interlocutora trata de aguantarse las ganas de reírse y me dice que me quede tranquilo y que me volverán a llamar enseguida.

Dicho y hecho, mi turno no tarda en salir y me encamino hacia el rincón más alejado de toda la Oficina. El aire poco a poco se vuelve gélido, una nube de vaho sale de mi boca y la luz parece ser engullida justo en el punto al que yo me dirijo. Me toca en suerte una afable sesentona de apariencia inofensiva. Más adelante se verá que esta primera impresión es completamente errónea.

-Buenas, vengo a solicitar la prestación.

-Muy bien, ¿traes el certificado de empresa?

[En 2011 el certificado de empresa se tramita telemáticamente entre la Empresa y el INEM, pero en caso de encuentros con personajes de la Vieja Guardia, como es el caso que nos ocupa, la Empresa emite un papel que confirma que dicha gestión se ha efectuado].

-Sí aquí está.


Superada la prueba, la señora hurga en la aplicación de su ordenador y suelta un:


-¡uy!


-¿uy?

-No sé si he tocado algo o es que el sistema no va bien pero no me aparece tu certificado. Mmmm. Voy a consultar a ver.

Se gira y cuchichea algo con la compañera que tiene al lado. La compañera le clava una mirada asesina y de repente me doy cuenta de que he ido a dar con la inútil del lugar. Un paria entre el funcionariado; la crème de la crème. Me mira con cara de "la he liado parda pero no lo voy a reconocer ni bajo tortura" y me pregunta:

-¿Cuál es el motivo de la extinción de tu puesto de trabajo?

-Un ERE. Aquí está el documento con la resolución.

Vuelve a aporrear el teclado de su ordenador. Pone cara de pasmo y me dice:

-Pues aquí no figura este expediente. Su empresa lo debería haber presentado en la Delegación Provincial y aquí no está.

Decido pasar por alto el hecho de que el expediente de regulación se aprobó en marzo de 2010 y yo soy uno de los últimos en salir, un año después, y empiezo a pensar seriamente que la persona que tengo delante ni siquiera tiene el ordenador encendido. Probablemente sufre una demencia severa y su contratación desgrava al Estado. Y cuidado, porque la señora se envalentona y prosigue:

-Necesitaré la lista de todos los trabajadores afectados.

A ver... dudo que mi Empresa me facilite un listado con la información (probablemente confidencial) de las cerca de 300 personas que han salido antes que yo, las cuales seguro que no se han encontrado en la situación en la que me yo veo envuelto. Y así se lo hago saber, de modo simplificado:

-Me temo que mi empresa no va a poder entregarme esa información.

-Pues sin eso no se puede tramitar la prestación.

La muy bruja me tiene pillado por los testículos y lo sabe. Está disfrutando del momento. Y entonces suelta el golpe final:

-¡Además tienes las vacaciones por disfrutar! Ni siquiera deberías haber venido hoy y eso YA LO TENDRÍAS QUE SABER.

Esta afirmación me revela que sí tiene el ordenador encendido, y comprendo que lo que le revienta es que la haga trabajar sin necesidad. Me imagino a mi mismo clavándole un lápiz afilado en un ojo pero, dado que no tengo inmunidad diplomática, a lo más que me atrevo es a dar un golpe de puño en la mesa para a continuación preguntarle qué día puedo volver a tramitar el papeleo. Me sostiene la mirada y masculla entre dientes:

-Tus vacaciones finalizan e
l 21 de abril.

-Entonces vengo el 21 de...

-¡No! A partir del 21

Estupendo, el 22 es Viernes Santo, festivo en todo el país y más en esta Oficina del Calvario. Sabado, Domingo, Lunes de Pascua fiesta en Cataluña... jodeeer.

-Bueno pues si acaso ya me paso, y a ver si consigo arreglar lo que me falta por parte de la Empresa.

Rezo para que en la próxima ocasión, no me toque esta mujer. Pienso en coger dos números de turno y elegir una mesa que no sea esta. Y ante todo, hago una lista mental en la que no debe siquiera faltar una grapadora de bolsillo.




[continuará]

lunes, 1 de agosto de 2011

S018 (parte 1)

Cuatro meses y un día. Ese es el tiempo que ha transcurrido desde que ingresé en el no muy selecto club de los sin trabajo.


Podría haber escrito antes sobre ello, pero la verdad es que estaba esperando a que pasara algo digno de ser contado y que hubiera un filón de situaciones a cada cual más descacharrante. Sin embargo, el lado tenebroso del desempleo es lo que tiene: es un desolado y yermo erial de emociones en el que cualquier atisbo de aventura queda inmediata y radicalmente arrancada de cuajo por la implacable y gris maquinaria del Instituto Nacional de Empleo, la delegación oficial de Mordor en la Comarca.

Aunque debo confesaros que no he sido totalmente fiel a la verdad. Al principio sí que pasó algo. Y esta es la terrible historia de como un inocente mediano conoció al gollum del INEM.

Era un bonito primero de abril, hacía unos pocos días que en la Compañía habían celebrado el ritual de la patada y yo era un agreste indocumentado que necesitaba formalizar mi situación para poder acceder al subsidio de desempleo.

Dado que no había disfrutado de mis vacaciones pendientes, las voces experimentadas me aconsejaban esperar a que pasaran los días que me habían finiquitado. Pero otras voces me susurraban lo contrario: que fuera igualmente ya que en la Oficina me podían activar para la fecha que tocara. El sentido común me aconsejaba que me informara en una fuente fiable. Fue peor: por un lado decía que me debía inscribir antes de 15 días desde la fecha de extinción, el 31 de marzo. Y al mismo tiempo se me indicaba que no me podía dar de alta hasta que transcurrieran los días de las vacaciones no disfrutadas, que en mi caso eran 21.

¿Qué hacer? Si iba antes de tiempo, corría el riesgo de que me dieran con la puerta en las narices. Si iba al cabo de las tres semanas, puede que fuera demasiado tarde. Lo más sensato era escoger la opción menos mala: presentarme lo antes posible y esperar a ver qué.

Mi primer intento fue el 5 de abril. Fui a la Oficina, me planté ante la máquina expendedora de turnos y tras tratar de descifrar sus extrañas opciones, me escupió un número en un pedacito de papel. En la pantalla anunciaron mi número y el número de la mesa a la que ir. Fui hasta la mesa en cuestión, se me hizo entrega de unos impresos y esperar a que mi número volviera a aparecer en la pantalla. "Saldrá dos veces más", me dijo la Moradora de la Oficina a modo de vaticinio.

Agarré el formulario, me fui a una mesa preparada para los que eran como yo, los Suplicantes, y empecé a rellenar los datos que se me pedían. Todo bien hasta que llegué al apartado "número de la Seguridad Social". Ummm. Este no me lo sé. De echo creo que no lo he utilizado en la vida. Es más, creo que utilizar el número PUK del móvil es más frecuente que el número de la SS. ¿Será el que figura en la tarjeta sanitaria? Miro la tarjeta sanitaria. No, este creo que no es. Habrá que recurrir al comodín de la llamada.

Un momento, un momento... número de cuenta bancaria. Ostras, este tampoco me lo sé, ni lo llevo apuntado encima. ¿Seré tonto? ¿Cómo iba a esperar yo a que me ingresaran la prestación? Claro que Ellos lo controlan todo, seguro que saben lo que como, cómo lo como y a qué hora lo expulso. Da igual, es una prueba que debo superar. Ahora sí, comodín de la llamada.

Mi medio melón me proporciona los datos necesarios con una eficiencia sin parangón (sí amigos, ella también lee este blog). Entretanto, por el rabillo del ojo me ha dado la sensación de que en una de las pantallas ha aparecido y desaparecido el número de mi boleto. Da igual, la Moradora de la Oficina ha dicho que habría una segunda oportunidad.

Me siento en la sala de espera y aguardo un buen rato repleto de muchos minutos. Pasa el rato. Pasa mucho rato. Un rato que se me antoja un tanto largo. En el monitor los números aparecen incesantemente y ninguno guarda cercanía con el que yo tengo en mi ya sudado trozo de papel. Creo que la he cagado. Tengo una cita en la otra punta de la ciudad y si espero más creo que me quedaré sentado como un tonto hasta que cierren la Oficina. 
Mejor me marcho pero juro que mañana volveré.



Bueno. Mañana no. Pasado mañana.

[Continuará]