miércoles, 30 de junio de 2010

SIM Memoriam

Se dice que las desgracias nunca vienen solas.

Si ayer acabé de explicar cómo el reloj Casio nos dejó, ahora le ha llegado el turno al móvil. A mediodía de hoy, sus circuitos impresos se han calcinado y ha pasado a mejor vida (o al purgatorio, era de prepago).


Al contario que su compañero de paseo, éste sí que se enciende y se ilumina, pero poca cosa más. Es como una novia enfadada: ni llama, ni escribe, ni nada de nada.

He estado pensando en ir al paquistaní de la tienda de electrónica para que me ofrezca unas palabras de consuelo e irme a casa lleno de paz espiritual.

Tiene guasa que a mi paso se vayan escacharrando los aparatejos de pequeño tamaño que nos ayudan a sobrevivir en el día a día.

De repente, he tenido un horrible presentimiento: ayer por la tarde visité a mi abuela... y lleva marcapasos.


No tengo narices y llamar para ver si todo va bien.

Cuando el destino nos alcance


La anciana viene acompañada de lo que suponemos que es su cuidadora, una mujer latinoamericana. Sale el dependiente a atenderla.

-Buenas tardes, joven. Mire: yo tengo un teléfono móvil.

-Sí.

-Y me han dicho que los teléfonos móviles llevan una tarjeta.

-Sí.

-Pues vengo para que me explique.

-... [signos árabes que representan "mi no entender"]

-Porque yo quiero saber qué es eso de la tarjeta y cuánto vale.

Horror, mi reloj Casio agonizando en la mesa de operaciones y se presenta la mujer del emperador Palpatine deseosa de ser instruida en los arcanos misterios de la telefonía sin hilos.

-¿Usted qué compañía tiene?

-Ay, hijo, no lo sé. Míralo tú a ver.

Saca el teléfono del bolso y se lo entrega al sufrido dependiente.

-Usted tiene Movistar.

-Ahhh.

-Un momento, yo reviso.

-Eso, eso.

Se mete en la trastienda, toquetea el móvil y suena el timbre de un teléfono tras el mostrador. El hombre regresa y le devuelve el aparato.

-Tenía móvil en silencio, yo he vuelto a conectar.

-Es que ayer fui al cine, ¿sabe? Y le di a un botón de estos para que no hiciera ruido si alguien me llamaba.

Fíjate, se parece a una que yo me sé, pero ésta acertó a darle al botón adecuado.

-Bien, he llamado a mi teléfono para ver si funciona. No hay problema. Está todo correcto.

-¿Entonces está todo bien?

-Sí, está todo bien.

Que ahí yo pensé: pero bueno, ¡pero si esto no es lo que quería saber la señora! Pero al momento caí en la cuenta. ¡Este tío es un crack! Yo en su lugar me hubiera pasado la tarde entera tratando de explicarle lo que es una tarjeta SIM, lo que es prepago y contrato. Que existen diferentes operadoras y variedad de tarifas... total, para acabar de aturdir a la anciana y no resolver nada. En cambio, con decirle, que todo va bien, la señora se ha quedado la mar de tranquila. ¡Este hombre es un puto psicólogo experto en los desvaríos de la tercera edad!

Un momento, la clienta vuelve a la carga:

-¿Y no tengo que cambiar la tarjeta que ya hay aquí metida?

-No, señora.

-¿Y cuánto me costaría una nueva?

-Sinco euros.

-Vale. Es que mi teléfono tiene catorce años.

-Teléfono funciona perfectamente.

-Bien, pues entonces muchas gracias y buenas tardes.

La cuidadora nos mira con cara de "lo siento mucho" y se van por donde han venido.

"Mi nombre es Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre ¡Prepárate para morir!"

El dependiente viene hacia mi y me dice: "vuelve lunes, he cambiado pila pero no se enciende reloj".

Mucho me temo que le he entregado un caso imposible de resolver. Al lunes siguiente, me dice que lo ha llevado a un amigo suyo relojero y que seguía sin funcionar. Por remordimiento le compro un par de paquetes de pilas alcalinas y empiezo a pensar qué reloj voy a regalarme para mi próximo cumpleaños.

lunes, 28 de junio de 2010

Tiempo muerto

Viernes por la mañana.

Bueno, lo de 'por la mañana' es una manera de hablar; el sol estaba en lo alto; pongamos que era mediodía.

Abro un ojo y lo primero que veo es a una bioingeniera industrial agitando mi reloj de pulsera mientras me dice: "no sé qué le pasa, a ver si lo puedes poner en marcha". Mmmpf. Glab. Puk. ¿Qué carajo de hora es?¿Donde estoy?¿Qué dice ésta de un reloj?

Nnnnnng. Yawn. Vale. Activando sistemas... Estoy en la casa de la playa de mis padres. Es 25 de Junio y a mi lado hay una persona preocupada por mi Casio modelo retro con calculadora y mando a distancia. Una maravilla geek Made in Korea. La Korea buena, es de suponer.

"Que lo he cogido esta noche para mirar la hora,  he empezado a darle a todos los botones para que se iluminara la pantallita, pero nada. Y ahora, fíjate: está apagado."

Lo que tiene aspecto es de estar frito. Básicamente porque este reloj hace bastantes cosas, pero lo que es luz, tener lo que se dice tener, no tiene. Así que una de dos: o bien se le ha agotado la pila casualmente, o la eminencia científica ha activado un combo secreto que autodestruye los circuitos del reloj.


"No te preocupes", le digo. De camino a casa pasamos por un sitio a cambiarle la pila y ya está".

El sitio en cuestión es de esas tiendas regentadas por paquistaníes militantes: túnica blanca, barbas largas, cero bigote y gorrito de rezar. Un menda tipo así:

Pero sin las gafas. Lo sé, lo sé. Es el típico que luego sale en el telediario apodado 'Alí El Relojero', y no porque se entretenga en arreglar relojes de cuco, pero es que esta peña controla un hueval de móviles y cosas que dan calambre.

Total, que entramos en su establecimiento y le pregunto si cambia pilas.

"Si...si... yo cambio. Tu ven dentro una hora".

¿Cómo que una hora? Pero si esto es abrir peluco, poner pila y cerrar peluco, ¡que lo sé yo, hombre de Alá!

"Bueno... bueno. Espera tu dies minutos, yo cambio".

Esto es otra cosa. Jolines... ahora me sabe mal: igual le tocaba el rezo de la tarde y le he fastidiado la conexión con el Supremo.

Y a todo esto que entra en la tienda una señora mayor... muy pero que muy mayor. De las que han mamado Guerra y República.

[continuará]

lunes, 21 de junio de 2010

Lasus

Damas y caballeros, ante mi escasa-tirando-a-nula atracción hacia el mundo del futboleo, lo primero que se me viene a la cabeza ante el evento deportivo de hoy, es este tremendo momento Trillo:



Les deseo la máxima suerte. Y les pido que griten finalmente conmigo: ¡Viva... [inserte aquí su 'lasus']!


jueves, 17 de junio de 2010

Ventana ocupada

Andaba yo hoy trasteando en un traductor on-line cuando de repente, al ir a cerrar la página web me sale el mensaje siguiente:


Que yo me pregunto: ¿son imaginaciones mías o esto suena a amenaza velada? A mí me parece que entre este texto y que me digan: "como cierres esto te parto las piernas", me quedo con la segunda opción.

Más que nada porque sé que me está vacilando y que va de farol (el Explorer) no tiene la capacidad de arrearte un mamporro.

En cambio, el sutil texto de la ventanita emergente suena a: "puede o no puede que te pase algo desagradable, pero no puedo asegurarte qué, cuándo ni cómo. Échale imaginación y sufre, capullo".

Mi siguiente pregunta va dirigida al ciberespacio en general y a Bill Gates en particular: ¿quién es el responsable de escribir estos textos de alerta?¿un sociópata? Claro, que trabajando para el sector de la microinformática, es un requisito imprescindible, ¡qué ocurrencias las mías!

Y contestando a vuestra duda de si finalmente cerré la ventana, debo deciros que sí lo hice.

Y una hora después, salí de debajo de la mesa, para comprobar valientemente que nada extraño había sucedido.

miércoles, 16 de junio de 2010

Home Sweet Home

Este verano nos hemos estado planteado hacer algo diferente para vacaciones.


Por un lado no nos queríamos gastar mucho dinero; uno de los dos ya está viviendo a costa de la hucha del Estado y el otro pronto empezará a revolver en los contenedores con un alambre acoplado al extremo de un palo de escoba.

Tampoco nos agradaba la idea de depender del avión.

En primer lugar, por los disgustos que últimamente ha estado patrocinando el llamado "volcán islandés" o "volcán islandés de nombre impronunciable". Veamos, profesionales del periodismo, el volcán se llama Eyjafjallajökull, no es el único volcán de la isla y su nombre contiene más vocales que el del defensa del Barça, Dmytro Chygrynskiy. No hagamos un drama de ello, por favor.

El segundo motivo de no querer subir a un avión es que, en contra de nuestra tendencia natural, nos vemos condicionados a escoger el mes de agosto. Un mes en el que los poco valorados controladores aéreos tienen a bien reclamar que les hagan masajes con final feliz al final de cada aterrizaje; una época en la que pilotos y mozos de equipajes se dan cuenta de que no viven una vida plena y acorde con sus expectativas espirituales; un momento en el que los taxistas deciden que no son suficientemente despreciados por la sociedad. En definitiva, el mes ideal para montar una huelga de tomo y lomo y jorobar al personal.

Así que nada de avión. Y nada de quedarse en Barcelona. Y hubiéramos hecho turismo nacional, pero después de ver el anunció del gazpacho Alvalle me invadió el pánico.


¿Como que Y? Pues que no me quiero encontrar a ese 70% de españoles en el Bierzo, ni en el Valle del Jerte, ni en la sierra de Guara. No tengo nada contra Manu Tenorio (por el momento), ni con la vieja de Solas, pero veranear codo a codo con mis compatriotas en un entorno en el que nadie les puede llamar la atención es algo para lo que no estoy preparado. Así que, con toda probabilidad y si nada se interpone en nuestro camino, el destino elegido será la tierra de las salchichas, las patatas y las coles escabechadas: Alemania.