domingo, 14 de febrero de 2010

El Sombrerero Loco



Hoy era el día ideal para desempolvar las gafas del gorila y realizar una versión 2.0 mejorada.

Básicamente, hacer que los agujeritos de ver fueran un poquito más grandes y estuvieran más centrados, más que nada porque en esta ocasión iba a utilizar las gafas en la vía pública y no en un bar con borrachuzos y borrachuzas como en la anterior ocasión.

El hecho de ponérmelas sobrio y a plena luz del día me ha parecido bastante curioso. Y la sensación de inquietar a mis convecinos, tanto niños como adultos, ha sido inigualable.

Había llegado a la rua carnavalera del barrio ya empezada, así que la mejor manera de encontrar a mis tíos, a los que les había prometido acercarme, era apostarme en una esquina de cara a toda la gente que iba calle arriba.

Entonces fue cuando descubrí el enorme efecto perturbador que provocan las gafas del gorila ante gente extraña. Porque no es lo mismo ponértelas delante de gente que ya conoces y echarte unas risas que pasearte con ellas delante de un montón de desconocidos.

Primero se paran, medio asustados y se te quedan mirando porque no saben si los estás observando o no. Instintivamente apartan la vista porque es de mala educación quedarse mirando fijamente a alguien, por muy disfrazado que vaya uno, pero una fuerza poderosa les obliga a volver a mirar. A veces esa persona avisaba al que llevaba al lado, en plan discreto como diciendo: "disimula, pero mira a ese tío raro de allá". Pero yo ya los había calado, claro. Y entonces les hacía ver que en efecto los estaba vigilando y les hacía una mueca o un gesto.

Aquí las reacciones de la gente han sido variadas. Unos seguías andando un tanto confusos, probablemente pensando si era un participante de la rua o un loco mezclado entre la gente. Otros directamente se descojonaban. Y alguno que otro me sacaba una foto para la que muy gustosamente posaba; aunque por limitaciones de mi caracterización no me era posible mirar al pajarito.

A petición de la madre de la menor de 65 años, su cara ha sido difuminada.
 
Afortunadamente ningún niño ha llorado y ningún padre cabreado ha tenido que verse en la obligación de venir a partirme la cara.

La próxima vez debo probarlas en un entorno más convencional, a ver qué pasa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe aquí tu comentario. Sé donde vives y dónde trabajas!