[viene del anterior post]
La anciana viene acompañada de lo que suponemos que es su cuidadora, una mujer latinoamericana. Sale el dependiente a atenderla.
-Buenas tardes, joven. Mire: yo tengo un teléfono móvil.
-Sí.
-Y me han dicho que los teléfonos móviles llevan una tarjeta.
-Sí.
-Pues vengo para que me explique.
-... [signos árabes que representan "mi no entender"]
-Porque yo quiero saber qué es eso de la tarjeta y cuánto vale.
Horror, mi reloj Casio agonizando en la mesa de operaciones y se presenta la mujer del emperador Palpatine deseosa de ser instruida en los arcanos misterios de la telefonía sin hilos.
-¿Usted qué compañía tiene?
-Ay, hijo, no lo sé. Míralo tú a ver.
Saca el teléfono del bolso y se lo entrega al sufrido dependiente.
-Usted tiene Movistar.
-Ahhh.
-Un momento, yo reviso.
-Eso, eso.
Se mete en la trastienda, toquetea el móvil y suena el timbre de un teléfono tras el mostrador. El hombre regresa y le devuelve el aparato.
-Tenía móvil en silencio, yo he vuelto a conectar.
-Es que ayer fui al cine, ¿sabe? Y le di a un botón de estos para que no hiciera ruido si alguien me llamaba.
Fíjate, se parece a una que yo me sé, pero ésta acertó a darle al botón adecuado.
-Bien, he llamado a mi teléfono para ver si funciona. No hay problema. Está todo correcto.
-¿Entonces está todo bien?
-Sí, está todo bien.
Que ahí yo pensé: pero bueno, ¡pero si esto no es lo que quería saber la señora! Pero al momento caí en la cuenta. ¡Este tío es un crack! Yo en su lugar me hubiera pasado la tarde entera tratando de explicarle lo que es una tarjeta SIM, lo que es prepago y contrato. Que existen diferentes operadoras y variedad de tarifas... total, para acabar de aturdir a la anciana y no resolver nada. En cambio, con decirle, que todo va bien, la señora se ha quedado la mar de tranquila. ¡Este hombre es un puto psicólogo experto en los desvaríos de la tercera edad!
Un momento, la clienta vuelve a la carga:
Un momento, la clienta vuelve a la carga:
-¿Y no tengo que cambiar la tarjeta que ya hay aquí metida?
-No, señora.
-¿Y cuánto me costaría una nueva?
-Sinco euros.
-Vale. Es que mi teléfono tiene catorce años.
-Teléfono funciona perfectamente.
-Bien, pues entonces muchas gracias y buenas tardes.
La cuidadora nos mira con cara de "lo siento mucho" y se van por donde han venido.
"Mi nombre es Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre ¡Prepárate para morir!"
El dependiente viene hacia mi y me dice: "vuelve lunes, he cambiado pila pero no se enciende reloj".
Mucho me temo que le he entregado un caso imposible de resolver. Al lunes siguiente, me dice que lo ha llevado a un amigo suyo relojero y que seguía sin funcionar. Por remordimiento le compro un par de paquetes de pilas alcalinas y empiezo a pensar qué reloj voy a regalarme para mi próximo cumpleaños.
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