lunes, 28 de junio de 2010

Tiempo muerto

Viernes por la mañana.

Bueno, lo de 'por la mañana' es una manera de hablar; el sol estaba en lo alto; pongamos que era mediodía.

Abro un ojo y lo primero que veo es a una bioingeniera industrial agitando mi reloj de pulsera mientras me dice: "no sé qué le pasa, a ver si lo puedes poner en marcha". Mmmpf. Glab. Puk. ¿Qué carajo de hora es?¿Donde estoy?¿Qué dice ésta de un reloj?

Nnnnnng. Yawn. Vale. Activando sistemas... Estoy en la casa de la playa de mis padres. Es 25 de Junio y a mi lado hay una persona preocupada por mi Casio modelo retro con calculadora y mando a distancia. Una maravilla geek Made in Korea. La Korea buena, es de suponer.

"Que lo he cogido esta noche para mirar la hora,  he empezado a darle a todos los botones para que se iluminara la pantallita, pero nada. Y ahora, fíjate: está apagado."

Lo que tiene aspecto es de estar frito. Básicamente porque este reloj hace bastantes cosas, pero lo que es luz, tener lo que se dice tener, no tiene. Así que una de dos: o bien se le ha agotado la pila casualmente, o la eminencia científica ha activado un combo secreto que autodestruye los circuitos del reloj.


"No te preocupes", le digo. De camino a casa pasamos por un sitio a cambiarle la pila y ya está".

El sitio en cuestión es de esas tiendas regentadas por paquistaníes militantes: túnica blanca, barbas largas, cero bigote y gorrito de rezar. Un menda tipo así:

Pero sin las gafas. Lo sé, lo sé. Es el típico que luego sale en el telediario apodado 'Alí El Relojero', y no porque se entretenga en arreglar relojes de cuco, pero es que esta peña controla un hueval de móviles y cosas que dan calambre.

Total, que entramos en su establecimiento y le pregunto si cambia pilas.

"Si...si... yo cambio. Tu ven dentro una hora".

¿Cómo que una hora? Pero si esto es abrir peluco, poner pila y cerrar peluco, ¡que lo sé yo, hombre de Alá!

"Bueno... bueno. Espera tu dies minutos, yo cambio".

Esto es otra cosa. Jolines... ahora me sabe mal: igual le tocaba el rezo de la tarde y le he fastidiado la conexión con el Supremo.

Y a todo esto que entra en la tienda una señora mayor... muy pero que muy mayor. De las que han mamado Guerra y República.

[continuará]

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