Se dice que las desgracias nunca vienen solas.
Si ayer acabé de explicar cómo el reloj Casio nos dejó, ahora le ha llegado el turno al móvil. A mediodía de hoy, sus circuitos impresos se han calcinado y ha pasado a mejor vida (o al purgatorio, era de prepago).
Si ayer acabé de explicar cómo el reloj Casio nos dejó, ahora le ha llegado el turno al móvil. A mediodía de hoy, sus circuitos impresos se han calcinado y ha pasado a mejor vida (o al purgatorio, era de prepago).
Al contario que su compañero de paseo, éste sí que se enciende y se ilumina, pero poca cosa más. Es como una novia enfadada: ni llama, ni escribe, ni nada de nada.
He estado pensando en ir al paquistaní de la tienda de electrónica para que me ofrezca unas palabras de consuelo e irme a casa lleno de paz espiritual.
Tiene guasa que a mi paso se vayan escacharrando los aparatejos de pequeño tamaño que nos ayudan a sobrevivir en el día a día.
De repente, he tenido un horrible presentimiento: ayer por la tarde visité a mi abuela... y lleva marcapasos.
No tengo narices y llamar para ver si todo va bien.
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