jueves, 14 de enero de 2010

Hell's Kitchen: cataplines de Yeti

Versión 2.0 de una receta ya experimentada aunque no documentada. El que ya haya sido realizada con anterioridad no implica necesariamente que se trate de una versión mejorada. Aunque la experiencia siempre es un grado, en Hell's Kitchen los imponderables siempre aparecen para amargarnos la faena.

Ingredientes (iniciales):
130 gramos de requesón
80 gramos de queso cremoso tipo Filadelfia
Hierbas aromáticas
Una pizca de sal
5 lonchas de jamón serrano
6 nueces
1 cucharadita de cebollino picado
Palillos

Ingredientes (finales):
2 medallones grandes de queso de cabra
1/3 de tarrina de queso para untar a las finas hierbas
5 lonchas de jamón serrano
12 almendras
Palitos de brocheta
Alicates

El cebollino ha caído fulminado en la fase preparatoria al tratarse de un elemento exótico totalmente prescindible.

Se pone el gratinador del horno a máxima potencia y se introduce un plato grande con las lonchas de jamón serrano.

Entretanto, introducir en un bol el queso de cabra y poner a calentar en el microondas a mínima potencia un minuto más o menos, hasta que se reblandezca. Previamente se puede haber optado por retirar la corteza del queso. Si no estamos para tirar las cosas, se deja. Si la corteza nos da manía, la quitaremos. En el caso práctico de hoy se ha tenido que retirar la corteza de uno de los dos medallones debido a su tacto vaporoso y aterciopelado... vamos que estaba mohoso.

Mezclar el contenido del bol con el queso a las finas hierbas (hábil combinación del queso Filadelfia y de las hierbas aromáticas de la receta original) y empezar a hacer bolitas pequeñas.

Por experiencia previa, no sirve utilizar el utensilio para hacer bolas de helado, así que tocará pringarnos las manos. En función de la talla de manopla que calce cada uno, el tamaño de las esferificaciones lácteas comprenderá un variado espectro que irá desde las pelotitas de ping-pong a las bolas de petanca. Lamerse los diez dedos igual que hacen los gatitos y guardar el resultado de nuestras manualidades en un recipiente plástico y esconder en el congelador (1 hora aprox.)

A estas alturas debería empezar a percibirse un cierto olor a chamuscado procedente del horno. Aguantar unos minutos más y retirar sólo cuando esté más apergaminado que el cadáver de Lenin.


Abrir el tupper de las nueces. Algún simpático ratoncillo de la casa ha acabado con las existencias y no lo ha apuntado en la pizarra de la nevera. Eso sí: ha dejado dos minúsculas muestras para que no se diga que no queda.

Buscar ingrediente suplente. Hay avellanas. Podría funcionar. Con la Nocilla lo hizo. Huelen un poco raro pero no creo que los frutos secos se pongan malos. Me echo un puñado a la boca. Las escupo a la basura. Están más rancias que la sangre de San Pantaleón.

Buscar ingrediente suplente de segundo grado. Localizado bote con almendras tostadas. Realizar una selección de las que ya vengan peladas y realizar una equivalencia de 1N=2A, donde la N es nuez y A, almendras.

Triturar las almendras y el jamón reseco en la picadora hasta obtener arenilla rebozadora. Sacar las pelotillas del congelador y hacerlas rodar por la mezcla de la picadora hasta recubrir la superficie de la globosfera. En una demostración de que la cocina no es una ciencia exacta, una de las ocho pelotas se ha quedado sin reboce de gorrino. Ésta se convierte automáticamente en bolita kosher.

Los palitos de brocheta en los que queremos presentar el fruto de nuestro trabajo resultan ser desproporcionadamente largos. Alicates en mano, aplicaremos un corte por la mitad (palmo arriba, palmo abajo) y ensartaremos las bolillas en ellas.

Reservar en la nevera hasta la hora de la jamancia.


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