Este fin de semana, mientras veía cómo els Minyons de Terrassa cargaban y descargaban un 3 de 9 amb folre en la plaça del Vi de Girona, me vino a la memoria una anécdota que tuvo lugar en la mítica Samarcanda, en el lejano Uzbekistán.
Íbamos a bordo de un taxi camino a la estación de ferrocarril cuando el conductor, deseoso de practicar su tosco inglés con nosotros, nos preguntó de dónde éramos.
-Spain.
Y ya pensamos que nos hablaría de fútbol o nos dejaría tranquilos.
-¿Madrid? ¿Bilbao?
Hombre, es curioso que nombre Bilbao, porque lo normal es que oscilen entre Madrid y Barcelona para, acto seguido, ir a parar al tema balompédico.
"Barcelona". Y ahora es cuando nos dice que si Barça tal, que si Barça esto y lo otro.
Pero la conversación, sorprendentemente, fue por otros derroteros. Y aplico el traductor simultáneo.
-¿No es allí donde la gente se sube una encima de otra para formar una torre?
-Emmm... pues sí.
-¿Y eso por qué lo hacen? Es un poco extraño, ¿no?
-Bueno, es una tradición, simboliza que con la unión de la gente se pueden alcanzar los objetivos...
-¿Y es allí donde la gente se pone a correr delante de un montón de toros?
-Si, bueno no es en Barcelona, pero sí lo hacen en nuestro país.
-¡En Pamplona!
-Eso es, en Pamplona.
-Sí, eso es de estar un poco loco, ¿no?
-Sí, es un atradición que hay, sí.
-¿Y es en vuestro país donde la gente se arroja tomates los unos a los otros? ¡Eso es muy extraño!
-Si... eso es en un pueblo de Valencia, y es una tradición que tienen...
-Ahhh... pues si que hacéis cosas raras en vuestro país.
En ese punto yo me quedé muy jodido. Básicamente por tres cosas.
Lo primero, por la cantidad de tradiciones dispares y extrañas que tenemos en un territorio relativamente pequeño.
En segundo lugar por cómo un individuo que se gana la vida en un taxi de Samarcanda, sabe tantas cosas acerca de nuestro folclore.
Y finalmente, porque antes de viajar hasta tierras tan remotas, apenas sabía nada del país del hombre que me estaba llevando en su taxi hasta la estación de tren de su ciudad.
Por eso mismo saqué las siguientes conclusiones:
No juzgar a las personas por el hecho de pertenecer a un país aparentemente segundomundista.
Que no todos los taxistas son unos brutos (y quienes me conocen saben por qué lo digo).
Afortunadamente la tradición de arrojar cabras desde un campanario (Manganeses de la Polvorosa), colgarse de la cabeza de un ganso hasta decapitarlo (Lekeitio) o provocarse heridas en la espalda durante una procesión (Picaos de San Vicente de la Sonsierra) no han llegado por la parabólica a los hogares de Uzbekistán.
De otro modo podrían equiparar nuestras fiestas a la iniciación etíope de saltar en pelotas por encima de una fila de reses, y eso ya sería muy incómodo.
De todo, me quedo con la fiesta dels castellers, y con la siguiente curiosidad:
La imagen que abre el post es mía, y la que sale en la página web de la Colla Castellera dels Minyons de Terrassa es casi exactamente la misma...
Sólo que en mi foto sale el fotógrafo de la otra. ¿Lo habéis encontrado?
El cabezón de la camisa rosa!!!!
ResponderEliminarCon lo del fotografo Se me han adelantado...
ResponderEliminara mi una tradicion q tb me llama la atencion es la de los huevos a santa clara... y que es una pena q no haya una santa yema para completar el conjunto
y hay tantas... las uvas de nochevieja... los petardos de san juan, q concretam en catalunya es demasie... las fallas de valencia, y, por supuesto, las procesiones de semana santa, q en catalunya no lucen mucho, pero en mi tierra y en el sur es otro cantar... me has pouesto nostalgica ;)