viernes, 13 de diciembre de 2013

Jiri Rusnok: empleado del mes

De entre todas las anécdotas que han surgido a partir de la muerte de Nelson Mandela yo sin duda me quedo con la reacción del primer ministro checo ante el marrón que suponía tener que asistir al dichoso funeral.



Me gusta más que nada porque es algo que lo humaniza. Es como cuando te invitan a la boda de ese primo con el que no te hablas, que te supone cascarte 800 quilómetros de carretera, gastarte una pasta que seguramente tenías pensado invertir en cualquier cosa para ti y juntarte con gente que apenas conoces para acabar haciendo cosas que no te apetecen nada como enfundarte en un traje que te va pequeño y sudarlo bailando una conga en la pista de baile.

Extrapolemos el caso a otro ejemplo: eres el presidente de la comunidad de vecinos. Al presidente de la comunidad de vecinos del bloque de enfrente le explota la patata y el protocolo te obliga a asistir a su funeral. Maldita la gracia que te hace no? Pues ahora imagínate que la escalera del presidente que ha estirado la pata no está al cruzar la calle sino en Sudáfrica. Y ni siquiera era el presidente, sino que lo fue hace más de diez años. Para más inri, el tipo había estado un tiempo en la cárcel. Y todo lo que se espera de ti es que cruces medio mundo para rendirle homenaje en un estadio de fútbol, a ti, que no te gusta el fútbol!

¿Qué haces ante semejante  panorama? Pues cagarte en Mandela y todo lo que se menea, que es lo lógico.
Y ante el terrorífico dilema de tener que enviar al borrachín de tu presidente o perder tu miserable tiempo cruzando el globo terráqueo, la solución más inteligente es encalomarle el marrón a un pringado con menor rango que tú como viene a ser el Ministro de Exteriores, que es lo que acabó sucediendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe aquí tu comentario. Sé donde vives y dónde trabajas!